EL MALESTAR MUNDIAL EN LA PRIMAVERA DE 2016
Por ENRIQUE QUINTANA
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La primavera de 2016 arrancó con diversos signos de malestar y violencia que hace erupción en diversas zonas del mundo, o amenaza con hacerlo.
Es el gran telón de fondo de una situación económica que también se perfila complicada.
Veamos rápidamente algunos de esos procesos en los que lo político y lo económico se entrelazan.
1.– La amenaza del terrorismo. En los últimos meses hemos tenido dos ataques brutales en Francia y en Bélgica, en Europa. Pero también varios más como el de ayer en Pakistán o previamente en Irak. La agresividad de los ataques de ISIS o de los talibanes no es algo que vaya a eliminarse de la escena. Estará allí por lo menos en lo que resta del año.
2.– La polarización del electorado norteamericano. El escenario de un triunfo electoral de Donald Trump no es en este momento el más probable, pero tampoco puede descartarse, con todas sus implicaciones.
Sin embargo, al margen de que no ganara, el hecho mismo de que una franja muy amplia del electorado norteamericano se haga eco de sus discursos racistas y excluyentes, así como de sus posiciones extremas en casi todos los órdenes, ilustra un desencanto de la sociedad norteamericana en lugar del sueño americano.
3.– La amenaza del “Brexit”. La mera posibilidad de que Gran Bretaña abandone la Unión Europea es una ‘espada de Damocles’ sobre Europa y probablemente sería una tragedia para la propia Gran Bretaña. Sin embargo, también en esta zona se percibe un enojo profundo de sectores de la sociedad que están inconformes con su condición económica y que le atribuyen a la integración la responsabilidad de su frustración.
4.– La crisis política en Brasil. Que la nación más grande de América Latina, sede de los Juegos Olímpicos en agosto de este año, tenga un gobierno que se tambalea, con millones de personas en las calles pidiendo que se vaya la presidenta Dilma Rousseff en medio de la peor crisis económica que ha tenido desde la gran depresión de los 30 en el siglo pasado, no es un asunto menor sino una amenaza para toda la región, incluyéndonos.
Estas amenazas geopolíticas se combinan con la desaceleración china, que no acaba de definirse del todo, pero que todavía tiene el potencial de ser fuente de inestabilidad financiera.
Y además, se cruzan con la caída de los precios del petróleo que está sometiendo a las empresas del sector (Pemex incluido) a presiones sin precedente, que probablemente se lleven en el camino a gobiernos como el de Venezuela.
Vaya, cuando se ve este panorama del mundo en el arranque de esta primavera de 2016 las cosas no se ven tan mal en México.
Claro que hay violencia en diversas regiones, con una delincuencia que no cede. También es cierto que la economía crece de manera mediocre, muy por debajo de lo que requeriríamos. Persiste la pobreza en amplias regiones del país y los políticos de todos los signos están devaluados, por citar sólo algunos de nuestros padecimientos.
Pero sería miopía no ponderar que el tamaño de esos problemas está muy lejos de la dimensión de los que vemos en el mundo; hay que dimensionar, no para regodearnos de que las cosas no están tan mal, sino para identificar mejor el potencial que tenemos si resolvemos esos padecimientos.