Quito, Ecuador.- Escenas como las del pasado domingo, cuando en los exteriores del Centro de Convenciones de Guayaquil había largas filas para ingresar a la Feria del Libro de la ciudad podrían interpretarse alentadoras. Y lo son, pero no significan que la de Guayaquil sea una cultura librera o lectora. Tampoco la del país. En Ecuador la cifra de lectura al 2012 –último dato disponible– era de medio libro al año por persona, uno de los registros más bajos de la región, según el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe de la Unesco.
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Pese a la acogida de estos eventos episódicos, que los autores consideran que deben ser permanentes para incidir positivamente en esos registros, en Ecuador se lee poco y lo que se lee no es, principalmente, a sus autores. Esa es solo una de las trabas del juego en el que los libreros, en gran medida, ganan las partidas, a diferencia de escritores y editores que mueven sus fichas por vocación y pasión más que por negocio, dicen editores y autores consultados.
Ese es el motivo por el que todavía muchos no se retiran y siguen sorteando su suerte pese a que las reglas no están del todo establecidas. En Ecuador, por ejemplo, el proyecto de la nueva Ley de Cultura reposa en la Asamblea desde hace más de seis años. Al respecto, en noviembre pasado, el presidente Rafael Correa admitió que el tema cultural se ha convertido en “una gran deuda” con el país y con los gestores culturales.
“Aquí en el Ecuador hay mucho por hacer… la cultura nunca ha sido una preocupación de los gobiernos”, dice Mónica Varea, propietaria de la librería Rayuela, en la capital. Ella asistió a la Feria del Libro de Guayaquil (FIL) 2016, pero como espectadora. Dice que al ser una librería independiente no tienen los recursos como para trasladarse a participar en estos eventos.
En la FIL de Guayaquil, el metro cuadrado costaba $ 120. Santiago Larrea, director de editorial El Conejo, tampoco estuvo. Cuenta que el costo económico influyó. En su caso, debía trasladarse desde Quito con libros, personal y cubrir hospedaje, viáticos. “Solo de espacio se necesita un mínimo de 14 a 15 metros cuadrados”, detalla.
En el país, si bien hay editoriales hasta con cuatro décadas de vida, otras surgen en torno a un proyecto de publicación y desaparecen. Y hoy ha surgido una camada que busca captar a escritores ecuatorianos nuevos o reeditar libros que pueden volver a cobrar valor. Sin embargo, directores de editoriales entrevistados coinciden en que la labor en Ecuador es complicada, principalmente, por un mercado limitado de lectores.
El escritor Leonardo Valencia considera que la situación del libro en Ecuador “sigue en muy mal estado, sobre todo en ese paso que va del libro editado en el país al lector tanto nacional como extranjero”.
Escritores y editores dicen que esto responde a factores como que el Estado no ha implementado un plan nacional para incentivar la lectura o al efecto que genera el que desde el Estado se regalen libros. “Cuando regalas muchas veces no se aprecia”, observa la escritora Gabriela Alemán.
También refieren que hace falta apoyo al trabajo editorial independiente. Todos los insumos (placas, tintas, papel) requieren ser importados. Lo que facilitaría la producción editorial local, dicen, sería replicar ejemplos como el de Colombia y Perú, donde hay fábricas de papel de carácter mixto.
Ramiro Arias, de Eskeletra Editorial, considera que lo ideal para ellos sería, sobre todo, que el gobierno dé incentivos para el financiamiento de publicaciones literarias. Según la Cámara Ecuatoriana del Libro (CEL), en 2015, de los 4.571 títulos editados, 2.085 correspondieron a ciencias sociales y 1.088 a literatura y retórica.
“Tengo entendido que el Ministerio de Cultura ahora lanzó unos fondos concursables en los que invitan a escritores para que puedan presentar sus libros, pero de allí financiamiento privado, por ejemplo, de los bancos, no existe”, dice Arias. Se refiere a los fondos concursables no reembolsables para proyectos artísticos y culturales que entrega dicho ministerio a cinco categorías, entre ellas, artes literarias y narrativas.
Al ser vía concurso, no todos acceden. Por eso hay autores que tienen que pagar por publicar su obra, lamenta Valencia.
José Juncosa, coordinador de la editorial Abya-Yala, señala que la financiación de un libro no debería ser un problema del autor, sino de la editorial, pero apunta a que la combinación de los problemas de mercado y la reducción de librerías, “hacen que las editoriales piensen dos veces antes de publicar una obra o piden compensar la poca venta con un subsidio”.
En cuanto a las librerías, Alemán, cofundadora de El Fakir Editores, refiere que cuando un autor les deja un libro este sube un 40%. “Eso es lo que te cobra la librería, entre el 30% y 40%”. Thierry Sebastià, gerente de librería Española, señala que si bien estas tienen una función cultural por la clase de productos que comercializan, a la vez son un negocio que debe rendir. Y dice que sobretodo el autor nacional percibe que los libreros no lo apoyan porque no se les compra todo su stock o se les exige factura.
Valencia discrepa y dice que en el caso de los libros importados la situación es peor, ya que argumentando que se tienen muchos gastos, las librerías elevan sus precios en un 100 o 150%. “Me parece un abuso. Convierten el libro en un objeto de lujo y de lucro”, opina.
Este Diario solicitó una entrevista con los directivos de Mr. Books y Librimundi, las más grandes en el país y del mismo dueño. Pidieron que se les envíe un cuestionario por correo, que no respondieron.
A Ecuador los libros ingresan libres de aranceles y están exentos del IVA. Sin embargo, si uno va a una librería, un libro en promedio oscila entre 15 y 20 dólares. “Es muy caro para una economía como la del Ecuador”, opina Alemán, quien no obstante destaca que en la FIL 2016 hubo interés en la producción ecuatoriana.
Sebastià, por ejemplo, dice que obras como Historias del Mundo, de Jorge Ortiz, en su librería van por la tercera importación, cada una de 500 ejemplares, desde su lanzamiento en abril pasado. Valencia sostiene que como en toda literatura, siempre habrá autores más destacados que otros, que el problema es que muchos libreros no favorecen la difusión del libro ecuatoriano.
Vicente Velásquez, gerente de la CEL, habla de un lento crecimiento de la producción editorial que responde a que no hay el estímulo de una política pública. Y el paso por Guayaquil de John Maxwell Coetzee, el premio nobel y estrella de la Feria del Libro de Guayaquil, dejó entrever la diferente realidad de autores de otros países al contar que hay gobiernos que becan a sus escritores para que produzcan obras. “Estamos lejos de eso… hay mucho que superar”, dice Cecilia Ansaldo, directora del Comité Literario de FIL 2016.
Habrá más consumidores cuando todos los presupuestos familiares tengan la holgura de incluir diversión y libros”.
Cecilia Ansaldo,
De la FIL 2016Tenemos una producción mínima frente a otros países que sí leen. En Ecuador no tenemos una buena cultura de lectura”.
Vicente Velásquez,
Gerente CEL